Humberto Lagos Schuffeneger, en su libro La máscara derrumbada. Sociología de las sectas religiosas, escribe para mostrarnos las evidencias y hacer pensar:
La violencia es a la vez instrumento, objeto y sujeto universal de todos los deseos, pero se presenta siempre de manera disimulada. Ella es producto de la imitación humana respecto de los otros. Así, la organización del mundo de los hombres es una constante tarea por negar el espacio a la violencia para que se manifieste de manera espontánea, directa; una tarea que busca dominarla, especialmente a través de sistemas rituales para impedirla como "violencia mala", destructiva, y mantenerla disimulada. Precisamente porque en la violencia hay un mecanismo de disimulación, develarlo significa descubrir la clave para comprender su lugar y su rol dentro de la experiencia humana, tanto desde el punto de vista individual como colectivo.
La humanidad entera está fundada sobre el escamoteo mítico de su propia violencia, siempre proyectada sobre nuevas víctimas. Todas las culturas, todas las religiones, se edifican alrededor de este fundamento que ellas disimulan, de la misma manera que el mausoleo se edifica alrededor del muerto que él disimula.
La religión es una de las formas más significantes en los intentos humanos por dominar la violencia y hacerla inoperante. En último análisis, el verdadero sentido de lo religioso reside en que él dice verdaderamente a los hombres lo que se debe y lo que no se debe hacer para evitar el retorno de la violencia destructiva. Pensar religiosamente es pensar esa violencia como sobrehumana, para mantenerla a distancia, para renunciar a ella. En los entes de perfil sectario religioso una de las fórmulas exorcivas, frente a la violencia, es ofrecer "certezas protectoras" a sus fieles.
La "violencia santa", indiscutible en tanto que práctica de vida cotidiana, adquiere su mayor potencialidad en sociedades y grupos sociales marcados por lo sectario. Todo acto ordenado, prescrito por la elite sectaria es obligatorio y forma parte de los signos que "identifican" a los miembros con el exclusivo grupo social. Incondicionalidad y obediencia acrítica, ciega, sin dudas son caminos expeditivos para que toda violencia se exprese en niveles de "acto heroico" y sacrificial.
Los absolutos constituyen el espacio simbólico totalizante del universo sectario, y en él los ritos sacrificiales son pruebas de méritos permanentes para los fieles, y ellos pueden ser de violencia práctica contra otros o contra sí mismo, o ritualidades que expulsan "violencias por medio de chivos expiatorios".
Toda violencia es totalitaria y, a la vez, medio del totalitario. Siempre busca someter el todo social a una voluntad omnímoda. Lo totalitario adecúa la realidad a su "proyecto-propuesta" y necesita irrenunciablemente recurrir al terror contenido en violencia efectiva que se ejercita sobre todo grupo o individuo disonantes con el modelo impuesto.
El reclamo de divinidad para el poder humano pretende disimular la violencia contenida en él para usarla ilegítimamente en contra de sus detentores legítimos y a precio de su silencio obligado y anuente. El poder como producción humana debe discutirse y construirse en relación con los otros. Un poder originado en el universo de lo "divino" se impone por una elite que detenta el acceso al "reino sobrenatural" constituyéndose tarde o temprano en medio de opresión que pervierte el propósito primero del poder-autoridad: el servicio al prójimo.
Las sectas son abusivas y destructivas en grados variables. Algunas sólo abusan de sus propios miembros, otras proyectan la violencia hacia afuera y otras hacen ambas cosas. Hay miembros de sectas que, por orden de sus líderes, han disparado contra agentes policiales (una secta de sanación por la fe de Miracle Valley, Arizona), se han dedicado al tráfico de droga y a la prostitución, han acumulado armas ilegales, practicado abuso sexual de forma reiterada, han matado a golpes a niños miembros, han puesto en práctica una variedad de castigos y asesinado a miembros disidentes (la secta polígama de Ervil LeBaron). También han intimidado y acosado a los investigadores que se muestran críticos hacia ciertas actividades o características de los grupos sectarios. Entonces, los grupos sectarios intentan negar tales descubrimentos y opiniones y silenciar a los críticos. Por ejemplo, entre 1991 y 1993, la Iglesia de la Cienciología inició más de 47 juicios y presentó docenas de quejas de derechos humanos contra Cult Awareness Network (CAN, Red de Conciencia de Sectas) y sus afiliados o miembros individuales. Cult Awareness Network es una organización sin fines lucrativos integrada por voluntarios que se dedica a educar al público sobre los efectos nocivos del control mental de los grupos sectarios. (1)
En 1969, la "familia" de Charles Manson aterrorizó a los Estados Unidos con los asesinatos brutales cometidos en Hollywood.
La obsesiva locura de una violencia salvaje escamoteada tras apariencias
sacras tiene otros múltiples ejemplos contemporáneos, como el trágico
suicidio y asesinato masivo de Guyanas, provocado en la llamada Iglesia
del Pueblo, dirigida por el iluminado pastor Jim Jones, que deseaba
autoinmolaciones y exterminio de personas en fanática sumisión.
En 1986, Keith Ham, también conocido como Swami Kirtananda Bhaktipada, líder de un grupo derivado de Hare Krishna, y algunos de sus seguidores fueron objeto de una investigación por asesinatos múltiples, tráfico de drogas y abuso sexual de niños. Los alegatos contra Ham incluían fraude, intimidación y conspiración para el asesinato con el fin de proteger una empresa multimillonaria. Thomas Drescher, asistente de Ham, fue condenado por asesinato.
Nueva Tradición Kadampa, fundada por Geshe Kelsang Gyatso (nacido en 1931), se enfrentó a la autoridad del Dalai Lama, poniendo en cuestión la unidad del budismo tibetano bajo su liderazgo. A consecuencia de esta confrontación con la máxima autoridad budista, y vinculado a la polémica por la prohibición del culto a Dorje Shugden, se acusó a Nueva Tradición Kadampa de estar tras los asesinatos de tres monjes, uno de los cuales, de 72 años, se contaba como una de las personas más cercanas al Dalai Lama.
En 1989, Ed Francis, esposo de Elizabeth Clare Prophet de la Iglesia Universal y Triunfante, con sede en Montana, se declaró culpable de conspirar junto con otro miembro del grupo para comprar armas (incluyendo balas blindadas, ametralladoras, rifles militares de asalto y 120.000 paquetes de munición) por valor de 130.000 dólares.
En 1992, en Canadá, se halló culpables a la Iglesia de la Cienciología y a tres de sus miembros de abuso de confianza. Era un caso derivado de cargos de infiltración en el gobierno de Ontario y en tres fuerzas policiales. La corte judicial impuso una multa de 250.000 dólares a la citada iglesia.
(1) http://www.apologeticsindex.org/c44.html
The real CAN is not to be
confused with the Scientology-backed "new CAN" The Church of Scientology has had a long-standing campaign to destroy the Cult
Awareness Network.