miércoles, 27 de abril de 2016

LA VIOLENCIA DE GÉNERO EN LAS SECTAS (II)

Valerie Solanas escribió el manifiesto SCUM en 1968 y resulta un testimonio directo y una durísima denuncia de la sociedad de su época. Valerie Solanas identificó el principal fallo del movimiento comunal de los hippies -y seguramente de bastantes sectas-, que hizo que muchas comunas se fueran a pique. En su amplio manifiesto había muchos argumentos acertados. También es cierto que, después de redactar su propio manifiesto, disparó e hirió a Andy Warhol, seguramente por coherencia con sus ideas, expresas en el manifiesto:

El artista hombre intenta compensar su incapacidad para vivir y su impotencia para ser mujer, construyendo un mundo sumamente artificial en el cual él es el héroe; es decir, despliega las características femeninas; y la mujer queda reducida a roles limitadísimos, de insípida subordinada, en una palabra, queda reducida a hacer de hombre. El fin del arte masculino no es comunicar (puesto que el hombre es un ser vacío, nada tiene que decir), sino disfrazar su bestialidad; recurre al simbolismo y a la oscuridad (temas profundos). La mayoría de las personas, sobre todo las cultivadas, carentes de confianza en sus propios juicios, humildes, respetuosos de la autoridad (la traducción adulta de la frase "Papá sabe más" es: "El critico entiende"), aprenden fácilmente que la oscuridad, la evasividad, la incomprensibilidad, la ambigüedad y el tedio son las señales de la profundidad y de la brillantez. El Gran Arte demuestra que los hombres son superiores a las mujeres, que los hombres son mujeres; casi todo cuanto cabe bajo la denominación Gran Arte, tal como las anti-feministas nos lo recuerdan, ha sido creado por los hombres. Sabemos que se le llama Gran Arte porque las autoridades nos lo han dicho, y no podemos afirmar lo contrario, pues sólo los dotados de sensibilidades exquisitas muy superiores a las nuestras pueden percibir y apreciar su grandeza, la prueba de su sensibilidad superior es el hecho de apreciar la mierda que aprecian. Apreciar es cuanto sabe hacer el hombre cultivado; pasivos e incompetentes, carentes de imaginación y de ingenio, aprecian; incapaces de crear sus propias diversiones, de crear un pequeño mundo a partir de sí mismos, de influir mínimamente en su medio ambiente, deben aceptar cuanto les es dado; incapaces de crear o de comunicarse, actuan de espectadores. La absorción de cultura es un intento desesperado y frenético de ser alguien en un mundo sin placer, de escapar al horror de una existencia estéril e insignificante. La cultura es el maná del ego de los incompetentes, el medio para racionalizar las expectativas pasivas; pueden sentirse orgullosos de sí mismos por su capacidad para apreciar las cosas más finas, ver una joya allí donde sólo hay mierda (quieren ser admirados porque admiran) Faltos de la más mínima confianza en su capacidad para cambiar algo, se resignan al status quo, necesitan extasiarse, ver la belleza en la mierda porque, sólo, mierda verán.

Escribió Valerie Solanas párrafos como los siguientes, que quiero destacar:

"El hippie, cuyo deseo de ser un Hombre, y un rudo individualista, es más débil que el del término medio de los hombres, y se excita ante la sola idea. de poseer cantidad de mujeres a su disposición, se revela contra la crueldad de la vida del Gana-Pan y contra la monotonía de la monogamia. En nombre de la cooperación y del reparto, forma una comuna o una tribu, que, a pesar de sus principios de solidaridad y en parte por su causa (la comuna, una extensión de la familia, es un ultraje más de los derechos de la mujer, viola su intimidad y deteriora su salud mental) no se parece a una comuna más que el resto de la sociedad.


"La verdadera comunidad está formada por individuos – no simples miembros de una especie, o parejas – que respetan la individualidad y la intimidad de los demás, y al mismo tiempo, obran con reciprocidad mental y emocionalmente – espíritus libres que mantienen entre sí una relación libre – y cooperan para alcanzar fines comunes. Los tradicionalistas dicen que la unidad básica de la sociedad es la familia, para los hippies en cambio, es la tribu; nadie menciona al individuo.

(Thimoty Leary, por ejemplo, pensaba: "no sé muy bien lo que pretendían cuando vinieron -se refiere a Los Prankters- a Millbrook salvo saludar y punto. La naturaleza de las tribus marca que no se mezclen. La genialidad del sistema tribal está en que cada uno tiene su tótem y sus dioses. Cuando uno se quiere fundir tribus, se cae en el feudalismo.")

"El hippie habla mucho acerca de la individualidad, pero su concepto al respecto no difiere del que puede tener cualquier otro hombre. Desearía regresar a la naturaleza, a la vida salvaje; regresar al desierto, reencontrar el hogar de los animales peludos de los que él forma parte, lejos de la ciudad, o al menos donde se perciban algunas huellas, un vago inicio de civilización, para vivir al nivel primario de la especie y ocuparse en actividades sencillas, no intelectuales: criar cerdos, joder, ensartar abalorios. La actividad más importante de la comuna – en ella se basa – es la promiscuidad, la violación en grupo de las mujeres. El hippie se siente atraído por la comuna principalmente porque ofrece la perspectiva de libertad sexual, de un montón de coños gratuitos a su alcance, la más interesante comodidad para compartir, la que se puede poseer sin miramientos; pero, ciego y avaricioso, no piensa en todos los demás hombres con quienes deberá compartirlos, ni tampoco repara en los celos y la posesividad propia del coño en sí mismo.

"Los hombres no pueden cooperar en el logro de un fin común, porque el fin de cada hombre es todos los coños para sí. De ahí que la comuna esté condenada al fracaso. Preso del pánico, el hippie atrapará a la primera mentecata que lo empuje y la arrastrará a los suburbios lo más rápidamente posible. El macho no puede progresar socialmente, y lo único que sabe hacer es moverse hacia adelante y hacia atrás, ya sea solos o ya sea en una violación colectiva.

"El hombre no puede llevar a cabo una genuina revolución social, pues quienes se hallan en las altas posiciones del poder allí desean permanecer, y quienes están abajo desean ocupar un alto puesto. La rebelión, entre hombres, es una farsa; vivimos en una «sociedad» masculina hecha por el hombre para satisfacer sus necesidades. Nunca está satisfecho, pues le resulta imposible. Aquello contra lo cual el hombre rebelde se rebela, es el hecho de ser hombre. El hombre cambia solamente cuando la tecnología se lo impone, cuando no le queda otra alternativa, cuando la sociedad alcanza un nivel en el cual él debe cambiar o morirse. Ahora lo hemos alcanzado; si las mujeres no mueven rápidamente el culo, corremos peligro de reventar.

"Entrenada desde la más tierna infancia en la simpatía, la gentileza y la dignidad, halagando la necesidad del varón de disfrazar su animalidad, la mujer reduce servilmente su conversación a la charla melosa insípida y blanda sobre cualquier tópico que esté más allá de lo más trivial -o, en el caso de ser cultivada, se quedará en la discusión intelectual, es decir, en el discurso impersonal acerca de abstracciones irrelevantes: el Producto Bruto Nacional, el Mercado Común, la influencia de Rimbaud en la pintura simbolista. Se vuelve tan adepta al halago que eventualmente éste se convierte en su segunda naturaleza hasta el extremo de continuar halagando a los hombres aún cuando se encuentre en compañía de otras mujeres.

"Aparte de esta faceta de lameculos, la conversación de la mujer está limitada debido al temor de expresar opiniones generales o desviadas y por un sentimiento de inseguridad que la encierra en sí misma y le quita encanto. La simpatía, la gentileza, la dignidad, la inseguridad y la introversión pocas veces pueden desencadenar la intensidad o el ingenio, dos cualidades imprescindibles para que una conversación merezca el nombre de tal. Semejante conversación nunca es exuberante; solamente las mujeres que confían plenamente en sí mismas, las arrogantes, las extrovertidas, las orgullosas, las poseedoras de mentes rigurosas, son capaces de mantener una conversación intensa, audaz, ingeniosa."

miércoles, 20 de abril de 2016

CONCIENCIA HIPERREFLEXIVA. PROBLEMAS

Con frecuencia, los que salen de las sectas tienen que ser atendidos por médicos y psicólogos. Han sufrido trastornos psíquicos debidos, por un lado, a las prácticas de los grupos y, por otro lado, a los comportamientos inhumanos de los compañeros y de los directivos de los grupos sectarios. Esta vez hablamos de trastornos debidos a las prácticas psicológicas especialmente en lo relacionado con lo que llama "despertar", "despertar la conciencia","sentido autocrítico" para una supuesta mejora moral. Las controvertidas prácticas psicológicas, si realmente tuvieran validez, deberían ser impartidas por personas bien preparadas y ser llevadas a la práctica por gente con la madurez suficiente para que los resultados no conduzcan a los desastres morales y psíquicos que dejan el camino 'espiritual' lleno de víctimas de las sectas.

Es cierto que sin autoconciencia -dice el catedrático de psicología Marino Pérez Álvarez- no hay ser humano que valga. Una vida no examinada, decía Sócrates, no vale la pena de ser vivida. La autoconciencia como capacidad para volver la atención sobre nosotros mismos y así valorar y controlar nuestras vidas tiene su ambivalencia. Si, por un lado, nos hace conscientes, juiciosos y lúcidos, por otro, no deja de causarnos desasosiegos, inquietudes y trastornos como, por ejemplo, ansiedad y depresión. De hecho, en contextos clínicos, la autoconciencia suele tener mala reputación, aun cuando se promueva a veces a título de autoobservación, autoevaluación, autocontrol, etc.

La autoconciencia reflexiva aun en sus formas incrementadas es un proceso normal, característico de las personas. Si uno no reparara en sus propios sentimientos y pensamientos y le diera igual su apariencia y comparecencia ante los demás, difícilmente se podrá considerar una persona plena o cabal.

La cuestión aquí es la desproporción, cuando aspectos del propio sujeto son el objeto de su vida, interponiéndose entre uno mismo y el mundo, e incluso constituyendo todo un mundo. De este modo, el 'estar en el mundo' y el consiguiente 'horizonte de la vida' queda atascado, dando uno vueltas sobre sí, sin trascender de sí mismo, llevando una vida podríamos decir 'intrascendente' por más luchada y sufrida que sea en una suerte de psicomaquia o combate de uno consigo mismo.

Ejemplos corrientes de autoconciencia más patógena que constructiva: a) la preocupación ansiosa sobre lo que podría pasar, que convierte el miedo normal y la preocupación normal en ansiedad; b) la rumia de lo que pasó, que convierte la tristeza y la pertinente reflexión en depresión.

Las diferentes modalidades de autoconciencia patógena (hiperreflexividad) presentan efectos nocivos:

ansiedad social (uno está pendiente de su rubor o vergüenza),
anorexia (examen continuo del propio cuerpo en términos de gordura o delgadez),
paranoia (verse a sí mismo como objeto de intenciones aviesas por parte de los demás),
depresión (rumia acerca de por qué pasó tal cosa),
ansiedad (preocupación acerca de lo que pueda pasar),
esquizofrenia (hiperreflexividad en la que aspectos implícitos de uno se hacen conscientes, como oír los propios pensamientos o habla interna),
trastornos de la alimentación, baja autoestima y depresión de chicas y mujeres que toman como propia e interiorizan la mirada de los demás, que las tratan como objeto de uso o consumo,
convertirse en espectador que interfiere (por disfunción sexual, o por ansiedad social) la acción instintiva normal por medio del miedo y la ansiedad,
pensamientos repetitivos que se relacionan con la tristeza, depresión, ansiedad, bulimia, abuso de ciertas sustancias, salud física y otros trastornos como la fobia social,
la preocupación crónica (trastorno obsesivo-compulsivo), con pensamientos e imágenes de fondo afectivo negativo relativamente incontrolados y persistentes sobre peligros y amenazas,
visiones negativas de sí mismo, del mundo y del futuro y valoraciones sobre pérdidas y fracasos,
pánico y pensamientos repetitivos sobre uno mismo, sus asuntos y su vida,
pensamientos y creencias sobre el propio funcionamiento psicológico también pueden ser patógenos y derivar en trastornos emocionales,
la autodiscrepancia entre el yo-real (lo que se es realmente) y el yo-ideal (lo que se quiere ser y lo que se debe ser y hacer) implican estados emocionales como miedo, ansiedad, tristeza, depresión, culpa, vergüenza, etc. que ciertamente pueden suponer altos niveles de autoconciencia aversiva, pero también dar motivos para el escape: alcohol, drogas, bulimia, masoquismo, suicidio;
otros efectos nocivos: inducir uno mismo los problemas que teme y termina por tener; evitar continuamente experiencias y conductas desagradables; esquizofrenia, alucinaciones auditivas, espaciales.
 

Bibliografía
Marino Pérez Álvarez, Las raíces de la psicopatología moderna, 2012.

viernes, 8 de abril de 2016

LA TRATA DE PERSONAS EN LAS SECTAS

Como hemos visto en artículos anteriores, las sectas atentan contra los derechos humanos. Hoy nos fijamos en un aspecto totalmente denigrante, totalmente contrario a todos los principios éticos y jurídicos, de los comportamientos de los miembros directivos y de sus colaboradores ya convencidos de las sectas.

"Artículo 3 del Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la "trata de personas", especialmente mujeres y niños, de la Organización de Naciones Unidas, que complementa la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional, firmado en 2000, ratificado por España el 21 de febrero de 2002:

a) por "trata de personas" se entenderá la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación. Esta explotación incluirá, como mínimo, la explotación de la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos.

b) el consentimiento dado por la víctima de la "trata de personas" o toda forma de explotación intencional descrita en el apartado a) del presente artículo no se tendrá en cuenta cuando se haya recurrido a cualquiera de los medios enunciados en dicho apartado."

La "trata de personas" es un delito muy específico y constituye una vulneración de derechos humanos universalmente reconocidos, como son el derecho a la vida, la libertad, la integridad, la intimidad, la salud, a no sufrir esclavitud o servidumbre forzada y a no padecer prácticas de tortura u otras formas de trato inhumano o degradante, prácticas lamentablemente repetidas en muchas sectas coercitivas.

En la práctica, la "trata de personas" se caracteriza por la falta de consentimiento de la víctima y se ejerce mediante coacción, engaño o violencia con el fin de la explotación, por lo que la acción (retención, coacción, humillación, explotación) es continua. Por tanto, es un crimen contra el ser humano.

De nuevo volvemos a encararnos con la falta de sensibilidad y de decisión de los poderes públicos para detener esta lacra moral y social de las sectas, aunque es cierto que la "trata de personas" se da también fuera del ámbito de los grupos sectarios.

Incluso los mismos cuerpos policiales, los mismos periodistas, las informaciones televisivas y cibernéticas, las iniciativas legislativas de los parlamentarios confunden los términos cuando tratan de hablar, legislar o decidir sobre una cosa tan precisa como la "trata de personas".