miércoles, 17 de febrero de 2016

EL PAGANISMO. LAS SECTAS AYER Y HOY (2)

El culto a Dionisos se extendió en época helenística gracias a los actores trágicos. Coincide con la época de las antiguas democracias y demagogias, ya que la religión de los dioses olímpicos se mantenía entre los aristócratas. Era el único dios griego que ganaba adeptos, pues tenía afinidades orientales, tracias y asiáticas y también sus propios "Misterios".

En el dios Dionisos se concentró un importante sincretismo que lo asimiló y confundió con Zagreus de Tracia, Sabacio de Frigia, Baales siriofenicios y Serapis e Isis de Egipto bajo el influjo de las sectas órficas. Ptolomeo IV Filopator, en Egipto, fue uno de sus fieles más célebres, de tal modo que podría hacer de Dionisos el único dios de su reino. Posiblemente, Apolo como divinidad se sumó a esta tendencia sincrética de confusión de divinidades en una de carácter dionisíaco.

El culto de Dionisos ya extendido suplantó al antiguo Liber itálico y se ganó el favor del pueblo de Roma. Era un culto religioso procedente al mismo tiempo de Campania y de Etruria, de carácter místico, consolador de aflicciones morales (pobreza), prometía una vida ultraterrena y la inmortalidad, pero era también desordenado y clandestino. Por esto retrocedió. En el año 186 una violenta reacción oficial de los cónsules se produjo a causa del célebre asunto de las Bacanales.

Los cultos egipcios de Serapis y de Isis, dioses consoladores y curadores, gozaban también de gran favor en Roma, pero provocaron, sobre todo el de Isis, la desconfianza del Estado de Roma y frecuentes medidas de prohibición. Desde el año 89 se suprimieron varias veces las capillas dedicadas a Isis.

Emperadores como Adriano, Antonino y Cómodo se interesaron en los cultos griegos como el de Dionisos; egipcios como el de Isis y Serapis, y orientales. Calígula y Domiciano entronizaron oficialmente el culto de Isis, tras largas prohibiciones: religión comunitaria, aparentemente disciplinada y vestida de blanco, pero no se sabe si de cándida honradez. El sincretismo que tendía a confundir en un solo ser supremo a los dioses se acentuó al final del Imperio romano.

En el presente, hay familias de la "nobleza negra" de Roma cuyo linaje y tradiciones políticas se remontan a la antigua república romana. La república y el imperio bajo el que vivieron los antepasados de la "nobleza negra" estaban controlados por la rama romana del culto a Apolo. En aquella época, dicho culto a Apolo se manifestaba de diversas maneras: como institución usurera de recolección de deudas de todo el Mediterráneo, como servicio de inteligencia política, como una secta y, a la vez, como una creadora de sectas.

La base de dicho culto de Apolo fue, por tanto, el decadente Egipto ptolemaico, desde el cual la secta controlaba a Roma. En Egipto, el culto a Apolo sincretizaba los cultos de Isis y de Osiris como imitación del culto frigio a Dionisos. El culto a Apolo establecido por el Imperio romano creó escuelas filosóficas así como el derecho romano.

Esa es la tradición transmitida por las familias de la "nobleza negra" de Roma, que, pasado el tiempo, fueron conocidas como la "nobleza negra" veneciana, cuyos miembros en la actualidad ocupan puestos de importancia clave en los círculos más íntimos de organizaciones como el grupo Bilderberg. Esta tradición ha persistido al amparo de distintas instituciones como la monarquía y la aristocracia británicas, con la secta de los Hijos del Sol, y las facciones de la Orden de Malta han preservado la visión del mundo, la doctrina, y la política ininterrumpida del antiguo culto de Apolo.

Han recurrido a los mismos métodos que empleaban los sacerdotes de Apolo (la promoción de sectas dionisíacas de culto a las drogas, contraculturas eróticas, maníacos terroristas) para volver semejante mezcla de gente enloquecida contra las fuerzas de la sociedad dedicada al progreso científico y tecnológico en un marco de paz.

Aun más, el pensamiento racista de fondo anglosajón es que sólo el noble era depositario de la virtud racial. Según este pensamiento, la nobleza española no podía poseer unos orígenes puros en la medida en que se había mezclado con los invasores; la nobleza española no poseía ya la pureza de los orígenes germánicos de la verdadera aristocracia. Entre los mismos españoles existía la sospecha de la mezcla racial. Hubo tratadistas que atacaron, en los siglos XVI y XVII, la mezcla de sangres y adjudicaron a otros pueblos, como los italianos y los españoles, este pernicioso fenómeno de la fusión.

Philip W. Powell y otros autores contemporáneos observan en la persistencia y en la capacidad de adaptación de la "leyenda negra" contra España, adaptada a cada época, una variación más de la ideología antiespañola fraguada en especial en el mundo anglosajón:

"Dudo -escribe Powell- que haya materia extranjera enseñada en nuestras escuelas y universidades tan cargada de prejuicios inhibidores como la cultura hispánica (...) Las opiniones erróneas del mundo hispánico se encuentran desde un principio en nuestras escuelas y en la época del ingreso en colegios superiores, y en la universidad están bien inculcadas"

Entre las convicciones más arraigadas de esa leyenda negra se encuentran las de la Inquisición española, con su secuela de limpieza de sangre. La leyenda negra, en la que los estatutos de limpieza de sangre jugaban un papel esencial, venía a consagrar la separación, en teoría, de las naciones europeas de acuerdo con cada raza.

La historia se repite respecto de otros países y continentes por otras razones. En cuanto los Estados Unidos se independizaron, en cuanto Francia se convirtió en República, en cuanto los ejércitos británicos se vieron derrotados en el África zulú y en la India, en la Alemania después de la 2ª Guerra Mundial, la monarquía y la aristocracia británicas se pusieron a intrigar para quitarles la potencia creativa, política, económica, científica a esas naciones.

La Mesa Redonda (fundada por T. H. Huxley y Cecil Rhodes) es una de las sociedades secretas "abiertas" vinculados a los Güelfos Negros, más conocidos como la Casa de Windsor. El barón Harold Anthony Caccia, cuya familia es una de las más antiguas de la Nobleza Negra veneciana, fue miembro destacado de la Mesa Redonda.

La Mesa Redonda mantiene actualmente el objetivo establecer "un imperio feudal dirigido por una aristocracia que controlase los conocimientos y la tecnología para gobernar a una población de ignorantes y drogadictos esclavos de plantación" (Robert Zubrin, "There is no science in science fiction", The Campaigner, abril 1981)

En las filas del Club de Roma están los miembros más antiguos de la Nobleza Negra veneciana de Europa, descendientes de las familias europeas más ricas, que controlaban y gobernaban Génova y Venecia en el siglo XII. Si uno es capaz de abrirse paso entre la prolija y confusa verborrea, el informe del Consejo del Club de Roma The Global Revolution (1992) deja poco lugar a dudas sobre sus pretensiones:

"En la búsqueda de un nuevo enemigo que nos una, se nos ha ocurrido la idea de que dicho enemigo bien podría ser la contaminación, la amenaza del calentamiento global, la escasez de agua, las hambrunas y cosas parecidas."

Pero concluyen diciendo lo siguiente:

"El verdadero enemigo es la propia humanidad"

 http://www.bibliotecapleyades.net/sociopolitica/esp_sociopol_rothschild15.htm




viernes, 5 de febrero de 2016

EL PAGANISMO. LAS SECTAS AYER Y HOY

El sentimiento de inquietud frente a un grupo considerado exógeno, la secta, no integrable en la identidad colectiva, se vuelve a encontrar en todo tiempo y en todo lugar. Es irreductible y suscita reacciones semejantes. La secta, portadora de valores aparentemente religiosos, es un órgano socialmente no asimilado.

En 1996, un informe parlamentario francés indicaba los parámetros de la imposibilidad de su asimilación. Todos ellos cuestionaban el orden social:

"Desestabilización mental, carácter exorbitante de las exigencias financieras, ruptura inducida con el ambiente de origen, alteración de la integridad física, reclutamiento de niños, discurso más o menos antisocial, problemas con el orden público, importancia de conflictos judiciales, ocasional malversación de los circuitos económicos tradicionales, tentativas de infiltración en los poderes públicos" (1)

Muchos de estos parámetros inciden en la ausencia de respeto del orden social. Ahora bien, alterar el orden establecido provoca una reacción tanto social como gubernamental en todas las civilizaciones y desde siempre.

En efecto, el asunto de las Bacanales, sociedades iniciáticas, que remonta al año 186 antes de nuestra era revela ya la existencia de estos criterios. Los Bacantes, presentes en toda Italia, celebraban sus fiestas en honor de Bacchus por la noche y en secreto. Tenían la reputación de ser desenfrenados. Como reacción a la sospecha que rodeaba sus rituales, los cónsules de Roma decidieron llevar los hechos considerados criminales a conocimiento de todos. Los dioses de Roma no debían ser confundidos con cultos extranjeros que preconizaban costumbres depravadas. Los cónsules se afirmaban en informar a la población de que estas prácticas no estaban de ningún modo ligadas a un culto inocente o a divertimentos aceptables. Según las pesquisas, los Bacantes eran varios millares y constituían un peligro para la seguridad pública. Se trataba de mujeres y de hombres afeminados que se entregaban a todos los vicios, donde entraban la embriaguez, los ruidos escandalosos por la noche, la impudicia. De todo esto se deducía que estas histerias constituían una amenaza para la misma seguridad del Estado romano. Más grave a los ojos de los cónsules era que los responsables de esta organización se enmascaraban tras la majestad de los dioses, lo que quería dar una apariencia de respetabilidad a sus actividades clandestinas. (2)

Durante este periodo romano que conoció una auténtica eclosión de sociedades iniciáticas, este sentimiento de amenaza para el orden público, amenaza creada por lo que son consideradas falsas religiones, es semejante al que, en 1996, ha llevado a los diputados franceses a sensibilizar a la sociedad sobre el peligro de las sectas.

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(1) Alain Gest et Jacques Guyard, Rapport fait au nom de la Comission d'enquête sur les sectes, Assemblée nationale, nº 2468, 1996, p. 12
(2) Baudoin Decharneux, Sectes et hérésies de l'Antiquité à nos jours, Université de Bruxelles, 2002, p. 37-39

martes, 2 de febrero de 2016

PERSONALIDAD DE LOS LÍDERES DE SECTAS (2)

Timothy Leary aparece en primer plano como promotor, apologista y sumo sacerdote de los agentes psicodélicos desde su Arcadia psicodélica de Millbrook de Nueva York. Es curioso y también muy sospechoso cómo Timothy Leary ha conseguido ejercer su breve, pero intensa influencia sobre la cultura joven. Ha sido considerado pionero en el campo de la investigación psicodélica desde los primeros años de 1960 y como tal se le ha hecho una asombrosa publicidad. Pero hemos de fijarnos en que no surgió como sacerdote sedicente del culto swami hasta que su carrera académica no quedó hecha trizas. Fue expulsado de Harvard en 1963 y estuvo envuelto en procesos judiciales por uso de narcóticos. No parece haber sido casual la coincidencia de sus dificultades con la autoridad judicial y su presentación como profeta visionario.

En 1960, el doctor Timothy Leary, psicólogo de prestigio y gran inteligencia en la universidad de Harvard, estaba convencido de que para aliviar el sufrimiento físico hacía falta algo más que un análisis conductual. Empezó a estudiar los alucinógenos. A principios de 1961 contaba con financiación para un proyecto aprobado por Harvard sobre las "reacciones clínicas de la psilocibina". Repartió 3.500 dosis entre 400 personas: músicos de jazz, escritores, presos, estudiantes. Del resultado Leary se convenció de que había encontrado la solución para los males de la sociedad.

Hizo todo lo posible para influir en el debate público y se dirigió a quienes "creaban las opiniones" para que al menos quedase esa droga al alcance de investigadores y científicos. Dio a probar dicha droga a poetas como Robert Lowell, Charles Olson y Allan Ginsberg; se la dio a músicos de jazz como Maynard Ferguson, Charles Mingus y Thelonius Monk; se la ofreció a editores y educadores, e intentó por todos los medios hacérsela llegar al presidente Kennedy.

Su estudio era teórico y estaba muy controlado. El problema llegó cuando Timothy Leary y las demás personas de su entorno empezaron a tomarlo a todas horas. En diciembre de 1961, Leary cambió al todavía más potente LSD, que conoció gracias a Michael Hollingshead. Cuanto más ácido tomaba, más veía a Dios.

Los otros académicos y administradores de Harvard se quejaron del clan de estudiantes de Harvard que se habían convertido en visionarios y de que los padres de los estudiantes no esperaban precisamente eso. En 1962 denunciaron a Leary por proporcionar psicotrópicos sin que estuviera presente un médico.

Leary escondió la cabeza hasta que llegaron las vacaciones y entonces con 35 amigos y asociados partió a México. Los seguidores se consideraban un conjunto de visionarios que se habían unido para fundar una nueva sociedad universal basada en las drogas psicodélicas y en una síntesis de religiones orientales.

Volvieron a Harvard, pero el profesor Richard Alpert y Timothy Leary no tuvieron la aportación oficial para continuar con su trabajo, y fundaron como institución alternativa la Federación Internacional para la Libertad Interior. Fueron expulsados de la universidad de Harvard. En un curso dado en un hotel de Zihuatanejo (México), las autoridades mexicanas detuvieron a Leary y a sus amigos y los devolvieron a Estados Unidos. Fueron también echados al intentar montar un centro en Antigua y en Dominica. Entonces, Leary instaló su centro al norte de Nueva York, en Millbrook.

Se calculaba que en la primavera de 1965 había cerca de 4 millones de consumidores de ácido LSD. Para la prensa y las autoridades de Estados Unidos, eso era por culpa de Timothy Leary. Él alimentó la leyenda dando charlas y presentándose a menudo como jefe del movimiento psicodélico.

En septiembre de 1966 tuvo lugar la primera y turbia celebración psicodélica de su Liga para la Revolución Espiritual. En el "New York Times" de 20 de septiembre de 1966 se relata la fundación de la Liga y su primer servicio público.

En psiquiatría existe una condición de la inteligencia llamada "síndrome de Ganser" o síndrome de las respuestas aproximadas. Este síndrome describe el comportamiento de personas que aparentemente fingen locura, pero la fingen tan bien, que llega un momento en que se adaptan a la conducta fingida. En cierto modo, se comportan deliberadamente como locos. En el caso de Leary, la "locura" se ha revestido de algo divino, pero al parecer se da el mismo proceso de pérdida progresiva de sí mismo en una identidad excéntrica. En la obra de Leary "High Priest" (1968), pretende proporcionar el "fondo del Nuevo Testamento para los nuevos testigos". Desde la primera línea se leen sentencias de un recargado eclecticismo religioso. Él mismo se ve como el Moisés de estas nuevas escrituras.

Cuando la revolución psicodélica va tan ligada a una sexualidad libre y sin límites -aspecto básico del culto de Leary-, ¿nos habremos de extrañar de que los jóvenes alienados se adhieran a ella de manera tan imprudente y precipitada?

Es penoso, pero la droga empezó a ser experimentada de repente por una generación de adolescentes patéticamente sin cultura y que normalmente llevaban una impaciencia vacía a esa experiencia.

La experiencia psicodélica (la expansión de la conciencia) en la adolescencia rebelde ha abortado. El psicodelismo experimentado por caracteres amorfos y alienados tiene precisamente el efecto contrario: disminuir la conciencia mediante fijaciones. Lo evidente es que la psicodelia es una obsesión que demasiados jóvenes no son capaces de vencer o eludir.

Timothy Leary ha revendido a las masas de adolescentes y jóvenes estudiantes la conexión entre la experiencia psicodélica y la religión visionaria. Aparecía en sus reuniones campestres de LSD con la solemnidad de un Cristo resucitado, vestido todo de blanco, entre inciensos y efectos de luz y sonido que formaban parte de la función, que costaba 4 dólares a cada asistente. Leary ha sido el mayor responsable de que se haya inculcado a grandes masas de jóvenes y de mentes precarias (que no pueden contener más que una sola idea de una vez) la noción de que el LSD tiene algo que ver con la religión y que drogarse es el rito sagrado de la Nueva Era. La juventud sabe vagamente que detrás y en alguna parte de esta experiencia se encuentran tradiciones religiosas ricas y exóticas, poderes ocultos, la salvación, todo lo cual no acierta a comprender la sociedad adulta.

A Leary se le critica por predicar una forma de quietismo apolítico. Él mismo dijo en 1967: "Este será un país de LSD dentro de quince años. (...) Cada vez hay menos interés por la guerra, los armamentos, la política, el poder. Y ya saben ustedes que hoy la política es una enfermedad."

Pero también Leary hizo reivindicaciones políticas demasiado vagas de conquistar la libertad individual mediante la acción política y social. Según parece, embriagarse de LSD y vivir underground bastaba para transformar la sociedad y reorientar el curso de la historia. Además, Leary combinó en su psicodelismo una caprichosa forma de darwinismo psíquico que introduce al viajero (del LSD) en una "nueva raza" en proceso de evolución.
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El trance meditativo supone una práctica intensa y sistemática de meditación llevada por yoguis indios con el fin de producir una alteración que tiene mucho que ver con la psicosis funcional y con experiencias psicóticas.

Los yoguis muy experimentados pueden tener personalidad doble, alucinaciones visuales y auditivas y creencias en sus poderes espirituales, tales como la capacidad de influir en el clima o caminar sobre el agua.

Más en concreto, la alteración de la conciencia alcanzada por los yoguis viene a ser una forma de alteración del yo semejante a las alteraciones esquizofrénicas, cuando se describen desde una perspectiva fenomenológica.

Este experiencia deriva de una práctica cuya clave está en la concentración de la atención. Esta práctica llamada "Yoga-Sutra" identifica tres etapas: atención fija, atención continua y atención fusional. El objetivo de los yoguis es la liberación del yo participante, lo que sería la experiencia pura del yo observador, la pura contemplación.

Los mecanismos psicológicos del trance meditativo son similares en estructura a los trances espontáneos de algunas psicosis, en particular con aspectos disociativos relacionados con el estrés extremo o trauma. Si se considera que muchos yoguis tienen una historia de abuso en la infancia y depresión previa al comienzo de la meditación, cabe sugerir también que el trance meditativo sea una forma de vida alternativa a la psicosis o una psicosis canalizada de forma no clínica.


 http://zarauste.blogspot.com.es/2015/06/la-personalidad-de-los-lideres-de-sectas.html

Bibliografía
Theodore Roszak, El nacimiento de una contracultura, Kairós, 1970
Marino Pérez Álvarez, Las raíces de la psicopatología moderna, Pirámide, 2012.