viernes, 27 de noviembre de 2015

LA SECTA DE LOS PERIODISTAS

Sabemos que una de las características de los grupos sectarios, como algunos grupos de yoga, gnósticos y Nueva Acrópolis, es que los miembros de jerarquía superior no dan a conocer toda la doctrina ni todos los ejercicios a los miembros de jerarquía inferior. Así los de jerarquía superior sienten "que dominan" a los que no saben, a los que están aprendiendo, a los profanos. Van dosificando las lecciones, les ponen precios costosos a las mismas, o hacen que las condiciones físicas o morales de las lecciones y de los ejercicios sean duras, deprimentes, adversas.

Lo mismo se puede decir de los periodistas. Las élites de los medios de comunicación de Estados Unidos (de donde viene gran parte de las "noticias" de nuestros informativos) practican una brutal censura, aunque bien disimulada, con las informaciones, censura típica de los tiempos de guerra, aunque actualmente ya se reconocen abiertamente los mecanismos de dicho control.

John Chancellor, presentador del informativo de la NBC-TV durante mucho tiempo, escribió su autobiografía y cómo es la vida en un plató de informativos (The News Bussiness, 1995) y admitió que, a través de estructuras formales como la Associated Press y de clubs informales como el neoyorquino Council on Foreign Relations, todos los días se toman decisiones acerca de lo que se va a decir al pueblo americano (y al resto del mundo) y de las historias que nunca verán la luz.

Es revelador el documental The war you don't see (2010), de John Pilger, donde se muestra claramente que hay periodistas que trabajan como 'embeded media', esto es, dentro de los movimientos de las tropas estadounidenses en las guerras como las de Irak y Siria, y actúan como portavoces obedientes (y luego premiados) de los poderes político-militares e industriales.



En el documental aparecen también periodistas algo arrepentidos de su parcialidad y periodistas críticos e independientes, como Mark Manning, que fue voz de las víctimas de Irak; Mark Curtis, autor de Secret Affairs; Carne Ross y otros, como los de los informativos de Al Jazeera.

La mayoría de los estadounidenses y de los europeos está convencida de que existe algo llamado "prensa libre", una de las áreas clave para manipular la mente de la población. La mayoría de los estadounidenses y de los europeos se informa de lo que ocurre en el mundo a través de la televisión controlada por el Estado, con la idea errónea de que los reporteros tienen la misión de servir al público. De hecho, los reporteros no sirven a la sociedad, sino que son funcionarios asalariados (incluso premiados) por servir a los propietarios de los medios de comunicación, cuyas acciones cotizan en Wall Street.

En su libro La tiranía de la comunicación (Madrid, 1998), el autor Ignacio Ramonet habla de la "ideología del telediario" (el telediario "manipula más fácilmente a los que menos defensa cultural tienen"), de los "mitos y desvaríos de los media", de la "batalla Norte-Sur en la información", de "la era de la sospecha" (la sospecha de los ciudadanos de que el sistema de las informaciones no es fiable, que tiene fallos, que da pruebas de incompetencia y que puede presentar enormes mentiras como verdades).

En el capítulo "Mitos y desvaríos de los media" afirma:

"Ni el Reino Unido cuando la reconquista de las Malvinas en 1982, ni Estados Unidos cuando la ocupación de Granada en 1983, ni Francia en el Chad en 1988, ni Estados Unidos durante la invasión de Panamá en 1989, dejaron a los periodistas seguir los acontecimientos." En el conflicto del Golfo Pérsico esas prácticas de censura se convirtieron en reglas explícitas de prohibición por parte del ejército francés y del Pentágono. Los periodistas norteamericanos, sometidos a normas impuestas, casi tan severas como las francesas, denunciaron a su gobierno y declararon: "estas restricciones equivalen a una política de censura por primera vez en la historia de la guerra moderna" (Le Monde, 12 enero 1991). Las Agencias de las imágenes que van a los informativos se venden y se compran como mercancías que vienen ya dadas, de tal forma que está estrictamente prohibido dar imágenes de determinados hechos o realidades. Es el medio más eficaz para ocultar hechos y realidades que no se quieren divulgar. En consecuencia, los problemas sociales, incluso los más graves dramas humanos, de los que no hay imágenes, son despreciados por los medios de comunicación considerados serios. La cadena CNN se ha convertido desde 1991 en el modelo que se imita en otros informativos televisados. La fascinación por "el directo", por "la imagen inmediata" ha cambiado y pervertido el modo de representación de los telediarios e incluso de la prensa escrita. Porque no hay reflexión, no hay profundidad, no se busca el significado de los acontecimientos. ¿Acaso no hay otras formas de hacer un periodismo televisado? ¿Hay en el mundo un periodismo que no imite?

Encontramos el caso de una periodista, Matilde Asensi, que abandonó el periodismo para dedicarse a la novela. Le pregunta un encuestador de XL Semanal (27 de septiembre 2015):

"¿Dejó el periodismo -SER, RNE y EFE- por buscar una vida mejor?" 

Responde la novelista:

"No era tanto por una cuestión económica como por lo que tenía que tragar en el terreno político. Aquí había mucha corrupción, pero no se podía contar nada; las cosas se sabían y se consentían. Se me hinchaba la vena de tragar y empecé a calcular cuántos años me quedaban de vida laboral. ¡Más de 40! Estaba claro que yo no iba a poder soportarlo y mi hígado me dijo: '¡Hasta aquí hemos llegado!'."

LA VIOLENCIA DE GÉNERO EN LAS SECTAS (I)

Como hemos visto en artículos anteriores, sabemos que existe la violencia de género en las sectas no en abstracto, sino en casos concretos en que las mujeres, madres, hijas, esposas, son objeto de malos tratos y de violencia basados en los cánones de la sociedad patriarcal, reforzados además con razones espirituales, de iglesia, de autoridad eclesial, de tradición, etc., razones que más bien se transforman en dogmas.

Sin embargo, las noticias que aparecen en los medios de comunicación nunca hablan de violencia de género en los grupos sectarios. Lo único llamativo que ha surgido al respecto fue en 2013 el caso del falso maestro shaolín de Bilbao que mató a dos mujeres. Pero, además de esto, no hay mucho más.

Parece que los periodistas y las fuerzas de seguridad del Estado encuentran en el shaolín el caso perfecto donde pueden mostrar que hacen bien por la sociedad, pero después ¿qué? ¿Dónde está el periodista que investiga las sectas destructivas sin caer en el sensacionalismo? ¿Dónde está el compromiso del Ministro de Interior, y de los cuerpos y fuerzas de seguridad con las ciudadanas que son víctimas de las sectas?

En el libro Diecinueve años de mi vida caminando en una mentira, Opus Dei, Ana Azanza Elío cuenta su vida en el Opus Dei como numeraria desde 1983 hasta 2002. El libro fue escrito dos años después de su salida. En ese tiempo, Ana tuvo ocasión de sufrir la persecución y las represalias por su abandono. Este libro quiere ser la voz de muchas personas afectadas por el Opus que no pueden reponerse de lo sufrido.

Ana Azanza entró convencida de un ideal religioso, y se fue porque para ella Dios y la fe están por encima de cualquier ser humano por muy poderoso que se crea o lo crean los demás.

La psiquiatría es el recurso favorito del Opus Dei para resolver las crisis de los que se van. A Ana Azanza le dieron dos bajas laborales "por enfermedad", sin que ella las hubiera pedido y sin baja de ningún médico. Había en el instituto donde trabajaba rumores sobre su supuesta locura, o recibía correos de numerarias que nunca antes se habían interesado en ella, invitaciones a dar charlas de orientación profesional cuando ella ya estaba fuera del Opus Dei.

De Ana decían las mayores, las directoras "no ha crecido", así era útil para ellas. La alternativa era estar "drogada", medicada por alguno de sus psiquiatras expertos en doblegar voluntades.

Ana Azanza describe que el opus dei considera "enfermedades" sentimientos y actitudes tan normales como echar de menos a la familia, el interés profesional y la amistad, y para las tres tiene antídotos que conducen a la anulación de la personalidad, a la deshumanización.

Sin embargo, Ana hizo estudios universitarios, incluso con las trabas del opus dei, y llegó a doctorarse en Filosofía. Con todo, la experiencia amplísima como profesora del opus dei no la puede poner en su curriculum, porque fue totalmente interna, pero el tiempo y las energías eran de Ana.

Cuando te convencen de que estás enfermo y te privan de todas las posibles relaciones o asideros al mundo real (profesión, familia, amigos), ya eres opus dei y hacen contigo lo que les da la gana, porque la persona, aunque se encuentre mal dentro de la institución, no sabe dónde ir ni sale. De ahí las terribles crisis de muchos que acaban yéndose de verdad enfermos, arruinados. El opus dei se ha comido las energías psíquicas de los numerarios y la alegría de vivir, han ahogado los ideales juveniles en el más sórdido de los pozos.

El opus dei tiene la teoría espiritual para los círculos externos y el discurso pragmático, el del poder, que emplean con éxito en los negocios, en hacerse amigos del diablo, en atemorizar al mundo entero, porque nadie tiene ganas de meterse en líos acusando al opus dei de sus fechorías.

Las injusticias que se amontonan alrededor de esta institución están reclamando que no sólo los que salen enfermos, sino los miembros y las familias se fueran a racimos del opus dei.

No hay profesor universitario que no haya sido "tocado" por el opus dei en España, incluso personas alejadas ideológicamente, por ejemplo Marcelino Camacho en 1990. Las sectas siempre quieren condicionar o participar del prestigio de otros. El opus dei sabe adaptarse a las situaciones más variadas siempre con el mismo objetivo: quedar por encima de todo el mundo.

El libro de Ana Azanza ofrece al final una bibliografía comentada sobre los testimonios críticos de esta institución sectaria. Destacamos, sin embargo, los libros escritos por tres mujeres.

María Angustias Moreno, que fue directora de algunos centros del Opus Dei, expone las contradicciones entre un espíritu en el que ella creía y la práctica a la que se le obligaba, en su libro El Opus Dei. Anexo a una historia (1976), y además publicó La otra cara del Opus Dei (1978).

María del Carmen Tapia, en su libro Tras el umbral (2004), cuenta sus avatares al pedir al Opus Dei la certificación de sus estudios internos (caso semejante al de Ana Azanza, que no puede poner en su curriculum toda su experiencia como profesora en el opus dei). María del Carmen Tapia llegó a ser numeraria del mayor nivel, pues fue secretaria regional de Venezuela. La historia de su salida es terrorífica y su testimonio es desgarrador.

Isabel de Armas, periodista que relata en forma de cartas sus ocho años, de 1966 a 1974, en su libro Ser mujer en el Opus Dei (2002), relata su inicial convencimiento de los ideales religiosos, pero no tardó en tocar las contradicciones internas de la institución. Vivió la mayor parte del tiempo pensando en marcharse, pero el Opus Dei juega con las personas que dudan, y utiliza argumentos para retener a las numerarias que no están a gusto.


http://zarauste.blogspot.com.es/2015/07/las-sectas-son-violentas.html

http://elpais.com/tag/caso_maestro_shaolin/a/

 http://zarauste.blogspot.com.es/2016/04/la-trata-de-personas-en-las-sectas.html

viernes, 6 de noviembre de 2015

EL ACTIVISMO DE LAS SECTAS

¿Qué ofrecen las sectas a las personas solitarias, deprimidas o inseguras? De una manera u otra, cada secta pretende ofrecer un mejoramiento del estado de ánimo, una expansión del ser o una auténtica certidumbre moral, espiritual o política. Ese estado supuestamente benéfico puede alcanzarse sólo si se siguen los senderos estrictamente prescritos por un maestro, gurú, entrenador. Para acceder a ese determinado enfoque de la vida, el novato debe abandonar su pensamiento crítico, debe ceder al flujo de la fuerza, debe tener confianza y fe infantiles.

Toda persona que se halla en un estado de vulnerabilidad en busca de compañía y de un sentido para su vida, o en un período de transición o de pérdida, es una buena candidata para ser reclutada en una secta. Algunas sectas -en especial las neocristianas- buscan no ya a individuos sino a familias enteras.

Muchos ex miembros de sectas dicen que ciertas clases o asignaturas que recibieron en la última etapa de la escuela secundaria y a comienzos de la universitaria contribuyeron mucho a su confusión. Suelen describir clases, profesores y experiencias que desestabilizaron sus ideas del mundo, dejándolos asustados por la complejidad de tener que tomar infinidad de decisiones. Tuvieron la necesidad de hallar una afiliación y algunos caminos simples que dieran sentido a su vida. Sin desear hacer tal elección, se vieron arrastrados a un grupo que ofrecía caminos simples y garantizados para seguir.

Se observa que un número de miembros de sectas proviene de ciertos antecedentes familiares que pueden hacer a algunos jóvenes más vulnerables que otros a la seducción de las sectas. En esas familias, a menudo los hijos son estimulados a ser aventureros, activistas, independientes, a ir a contrapelo y resistir tenazmente al sistema. Pero cada vez que el hijo se vuelve activo, o elige una afiliación o se rebela de alguna manera, esos mismos padres los reprenden por elegir la actividad o los amigos equivocados, por hacer lo que no se debe, por tomar la decisión errada. Al alentar en exceso a sus hijos a crecer y ser adultos, algunos padres tienden a ser menos que útiles para esos jóvenes que deben afrontar muchas decisiones. Los hijos se sienten abandonados a sus propios recursos y, al mismo tiempo, carecen de confianza en su capacidad para tomar decisiones.

Así algunas familias inconscientemente fomentan una combinación de falta de decisión y de rebelión que hace que la secta parezca una solución perfecta para el joven que trata de escapar de las frustraciones de la situación familiar.

Las sectas se encargan de mostrarse buenamente al principio; pero después tratan de abusar del entusiasmo, la buena fe, la buena voluntad de los jóvenes que entran pensando en la novedad, en la trascendencia de lo que se les ofrece.

Todas las cosas tienen su medida. Hay gente que confunde el celo con el frenesí, y hay ciertos tipos de amor al prójimo que, precisamente por lo exagerados que son, terminan por ser una forma especialmente maligna de egoísmo.

Hay, efectivamente, gentes que se entregan tanto a la actividad, a la lucha -tal vez por sus ideas, quizá por otras personas-, que no logran ocultar que lo que les ocurre es que, por dentro, están solos y vacíos y que tienen miedo a pararse para contemplar su alma, con lo que el trabajo se les vuelve una morfina porque temen que, si se parasen, se desintegrarían.

Esta enfermedad es, por ejemplo, muy típica de miembros de grupos sectarios, de curas, de monjas, de algunos apóstoles seglares, que parecen medir su amor a Dios por el número de cosas que hacen. Son la gente que querría ser “más celosa que Cristo”.

Es también típica de ciertos activistas políticos, ecologistas o pacifistas que creen que su entrega a la causa se mide por los nervios que a ella dedican, sin darse cuenta de que con ello van pasando de ser seguidores y servidores de una idea a convertirse en fanáticos de la misma.

¿Hay algo más ridículo que un pacifista que carece de paz interior y que, combatiendo la guerra, crea guerras de nervios? 

“El frenesí del activista – ha dicho Thomas Merton – neutraliza su trabajo por la paz. Destruye su capacidad de paz. Destruye la fecundidad de su obra, porque mata la raíz de sabiduría interior que hace fecunda la obra.”

Sí, nada que nazca fuera de un alma reposada es verdaderamente fecundo. El frenesí del bien, dicho sin rodeos, es tan peligroso y estéril como el frenesí del mal. Y de ambos proviene un no pequeño porcentaje de neurosis.

Lo triste es que se pierdan también gentes y cabezas estupendas que quedaron atrapadas en ese engaño consistente en  “el frenesí de hacer bien a los demás”.



es.aleteia.org/2015/10/21/el-frenesi-del-bien-el-engano-de-confundir-activismo-con-amor