viernes, 6 de noviembre de 2015

EL ACTIVISMO DE LAS SECTAS

¿Qué ofrecen las sectas a las personas solitarias, deprimidas o inseguras? De una manera u otra, cada secta pretende ofrecer un mejoramiento del estado de ánimo, una expansión del ser o una auténtica certidumbre moral, espiritual o política. Ese estado supuestamente benéfico puede alcanzarse sólo si se siguen los senderos estrictamente prescritos por un maestro, gurú, entrenador. Para acceder a ese determinado enfoque de la vida, el novato debe abandonar su pensamiento crítico, debe ceder al flujo de la fuerza, debe tener confianza y fe infantiles.

Toda persona que se halla en un estado de vulnerabilidad en busca de compañía y de un sentido para su vida, o en un período de transición o de pérdida, es una buena candidata para ser reclutada en una secta. Algunas sectas -en especial las neocristianas- buscan no ya a individuos sino a familias enteras.

Muchos ex miembros de sectas dicen que ciertas clases o asignaturas que recibieron en la última etapa de la escuela secundaria y a comienzos de la universitaria contribuyeron mucho a su confusión. Suelen describir clases, profesores y experiencias que desestabilizaron sus ideas del mundo, dejándolos asustados por la complejidad de tener que tomar infinidad de decisiones. Tuvieron la necesidad de hallar una afiliación y algunos caminos simples que dieran sentido a su vida. Sin desear hacer tal elección, se vieron arrastrados a un grupo que ofrecía caminos simples y garantizados para seguir.

Se observa que un número de miembros de sectas proviene de ciertos antecedentes familiares que pueden hacer a algunos jóvenes más vulnerables que otros a la seducción de las sectas. En esas familias, a menudo los hijos son estimulados a ser aventureros, activistas, independientes, a ir a contrapelo y resistir tenazmente al sistema. Pero cada vez que el hijo se vuelve activo, o elige una afiliación o se rebela de alguna manera, esos mismos padres los reprenden por elegir la actividad o los amigos equivocados, por hacer lo que no se debe, por tomar la decisión errada. Al alentar en exceso a sus hijos a crecer y ser adultos, algunos padres tienden a ser menos que útiles para esos jóvenes que deben afrontar muchas decisiones. Los hijos se sienten abandonados a sus propios recursos y, al mismo tiempo, carecen de confianza en su capacidad para tomar decisiones.

Así algunas familias inconscientemente fomentan una combinación de falta de decisión y de rebelión que hace que la secta parezca una solución perfecta para el joven que trata de escapar de las frustraciones de la situación familiar.

Las sectas se encargan de mostrarse buenamente al principio; pero después tratan de abusar del entusiasmo, la buena fe, la buena voluntad de los jóvenes que entran pensando en la novedad, en la trascendencia de lo que se les ofrece.

Todas las cosas tienen su medida. Hay gente que confunde el celo con el frenesí, y hay ciertos tipos de amor al prójimo que, precisamente por lo exagerados que son, terminan por ser una forma especialmente maligna de egoísmo.

Hay, efectivamente, gentes que se entregan tanto a la actividad, a la lucha -tal vez por sus ideas, quizá por otras personas-, que no logran ocultar que lo que les ocurre es que, por dentro, están solos y vacíos y que tienen miedo a pararse para contemplar su alma, con lo que el trabajo se les vuelve una morfina porque temen que, si se parasen, se desintegrarían.

Esta enfermedad es, por ejemplo, muy típica de miembros de grupos sectarios, de curas, de monjas, de algunos apóstoles seglares, que parecen medir su amor a Dios por el número de cosas que hacen. Son la gente que querría ser “más celosa que Cristo”.

Es también típica de ciertos activistas políticos, ecologistas o pacifistas que creen que su entrega a la causa se mide por los nervios que a ella dedican, sin darse cuenta de que con ello van pasando de ser seguidores y servidores de una idea a convertirse en fanáticos de la misma.

¿Hay algo más ridículo que un pacifista que carece de paz interior y que, combatiendo la guerra, crea guerras de nervios? 

“El frenesí del activista – ha dicho Thomas Merton – neutraliza su trabajo por la paz. Destruye su capacidad de paz. Destruye la fecundidad de su obra, porque mata la raíz de sabiduría interior que hace fecunda la obra.”

Sí, nada que nazca fuera de un alma reposada es verdaderamente fecundo. El frenesí del bien, dicho sin rodeos, es tan peligroso y estéril como el frenesí del mal. Y de ambos proviene un no pequeño porcentaje de neurosis.

Lo triste es que se pierdan también gentes y cabezas estupendas que quedaron atrapadas en ese engaño consistente en  “el frenesí de hacer bien a los demás”.



es.aleteia.org/2015/10/21/el-frenesi-del-bien-el-engano-de-confundir-activismo-con-amor