martes, 2 de febrero de 2016

PERSONALIDAD DE LOS LÍDERES DE SECTAS (2)

Timothy Leary aparece en primer plano como promotor, apologista y sumo sacerdote de los agentes psicodélicos desde su Arcadia psicodélica de Millbrook de Nueva York. Es curioso y también muy sospechoso cómo Timothy Leary ha conseguido ejercer su breve, pero intensa influencia sobre la cultura joven. Ha sido considerado pionero en el campo de la investigación psicodélica desde los primeros años de 1960 y como tal se le ha hecho una asombrosa publicidad. Pero hemos de fijarnos en que no surgió como sacerdote sedicente del culto swami hasta que su carrera académica no quedó hecha trizas. Fue expulsado de Harvard en 1963 y estuvo envuelto en procesos judiciales por uso de narcóticos. No parece haber sido casual la coincidencia de sus dificultades con la autoridad judicial y su presentación como profeta visionario.

En 1960, el doctor Timothy Leary, psicólogo de prestigio y gran inteligencia en la universidad de Harvard, estaba convencido de que para aliviar el sufrimiento físico hacía falta algo más que un análisis conductual. Empezó a estudiar los alucinógenos. A principios de 1961 contaba con financiación para un proyecto aprobado por Harvard sobre las "reacciones clínicas de la psilocibina". Repartió 3.500 dosis entre 400 personas: músicos de jazz, escritores, presos, estudiantes. Del resultado Leary se convenció de que había encontrado la solución para los males de la sociedad.

Hizo todo lo posible para influir en el debate público y se dirigió a quienes "creaban las opiniones" para que al menos quedase esa droga al alcance de investigadores y científicos. Dio a probar dicha droga a poetas como Robert Lowell, Charles Olson y Allan Ginsberg; se la dio a músicos de jazz como Maynard Ferguson, Charles Mingus y Thelonius Monk; se la ofreció a editores y educadores, e intentó por todos los medios hacérsela llegar al presidente Kennedy.

Su estudio era teórico y estaba muy controlado. El problema llegó cuando Timothy Leary y las demás personas de su entorno empezaron a tomarlo a todas horas. En diciembre de 1961, Leary cambió al todavía más potente LSD, que conoció gracias a Michael Hollingshead. Cuanto más ácido tomaba, más veía a Dios.

Los otros académicos y administradores de Harvard se quejaron del clan de estudiantes de Harvard que se habían convertido en visionarios y de que los padres de los estudiantes no esperaban precisamente eso. En 1962 denunciaron a Leary por proporcionar psicotrópicos sin que estuviera presente un médico.

Leary escondió la cabeza hasta que llegaron las vacaciones y entonces con 35 amigos y asociados partió a México. Los seguidores se consideraban un conjunto de visionarios que se habían unido para fundar una nueva sociedad universal basada en las drogas psicodélicas y en una síntesis de religiones orientales.

Volvieron a Harvard, pero el profesor Richard Alpert y Timothy Leary no tuvieron la aportación oficial para continuar con su trabajo, y fundaron como institución alternativa la Federación Internacional para la Libertad Interior. Fueron expulsados de la universidad de Harvard. En un curso dado en un hotel de Zihuatanejo (México), las autoridades mexicanas detuvieron a Leary y a sus amigos y los devolvieron a Estados Unidos. Fueron también echados al intentar montar un centro en Antigua y en Dominica. Entonces, Leary instaló su centro al norte de Nueva York, en Millbrook.

Se calculaba que en la primavera de 1965 había cerca de 4 millones de consumidores de ácido LSD. Para la prensa y las autoridades de Estados Unidos, eso era por culpa de Timothy Leary. Él alimentó la leyenda dando charlas y presentándose a menudo como jefe del movimiento psicodélico.

En septiembre de 1966 tuvo lugar la primera y turbia celebración psicodélica de su Liga para la Revolución Espiritual. En el "New York Times" de 20 de septiembre de 1966 se relata la fundación de la Liga y su primer servicio público.

En psiquiatría existe una condición de la inteligencia llamada "síndrome de Ganser" o síndrome de las respuestas aproximadas. Este síndrome describe el comportamiento de personas que aparentemente fingen locura, pero la fingen tan bien, que llega un momento en que se adaptan a la conducta fingida. En cierto modo, se comportan deliberadamente como locos. En el caso de Leary, la "locura" se ha revestido de algo divino, pero al parecer se da el mismo proceso de pérdida progresiva de sí mismo en una identidad excéntrica. En la obra de Leary "High Priest" (1968), pretende proporcionar el "fondo del Nuevo Testamento para los nuevos testigos". Desde la primera línea se leen sentencias de un recargado eclecticismo religioso. Él mismo se ve como el Moisés de estas nuevas escrituras.

Cuando la revolución psicodélica va tan ligada a una sexualidad libre y sin límites -aspecto básico del culto de Leary-, ¿nos habremos de extrañar de que los jóvenes alienados se adhieran a ella de manera tan imprudente y precipitada?

Es penoso, pero la droga empezó a ser experimentada de repente por una generación de adolescentes patéticamente sin cultura y que normalmente llevaban una impaciencia vacía a esa experiencia.

La experiencia psicodélica (la expansión de la conciencia) en la adolescencia rebelde ha abortado. El psicodelismo experimentado por caracteres amorfos y alienados tiene precisamente el efecto contrario: disminuir la conciencia mediante fijaciones. Lo evidente es que la psicodelia es una obsesión que demasiados jóvenes no son capaces de vencer o eludir.

Timothy Leary ha revendido a las masas de adolescentes y jóvenes estudiantes la conexión entre la experiencia psicodélica y la religión visionaria. Aparecía en sus reuniones campestres de LSD con la solemnidad de un Cristo resucitado, vestido todo de blanco, entre inciensos y efectos de luz y sonido que formaban parte de la función, que costaba 4 dólares a cada asistente. Leary ha sido el mayor responsable de que se haya inculcado a grandes masas de jóvenes y de mentes precarias (que no pueden contener más que una sola idea de una vez) la noción de que el LSD tiene algo que ver con la religión y que drogarse es el rito sagrado de la Nueva Era. La juventud sabe vagamente que detrás y en alguna parte de esta experiencia se encuentran tradiciones religiosas ricas y exóticas, poderes ocultos, la salvación, todo lo cual no acierta a comprender la sociedad adulta.

A Leary se le critica por predicar una forma de quietismo apolítico. Él mismo dijo en 1967: "Este será un país de LSD dentro de quince años. (...) Cada vez hay menos interés por la guerra, los armamentos, la política, el poder. Y ya saben ustedes que hoy la política es una enfermedad."

Pero también Leary hizo reivindicaciones políticas demasiado vagas de conquistar la libertad individual mediante la acción política y social. Según parece, embriagarse de LSD y vivir underground bastaba para transformar la sociedad y reorientar el curso de la historia. Además, Leary combinó en su psicodelismo una caprichosa forma de darwinismo psíquico que introduce al viajero (del LSD) en una "nueva raza" en proceso de evolución.
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El trance meditativo supone una práctica intensa y sistemática de meditación llevada por yoguis indios con el fin de producir una alteración que tiene mucho que ver con la psicosis funcional y con experiencias psicóticas.

Los yoguis muy experimentados pueden tener personalidad doble, alucinaciones visuales y auditivas y creencias en sus poderes espirituales, tales como la capacidad de influir en el clima o caminar sobre el agua.

Más en concreto, la alteración de la conciencia alcanzada por los yoguis viene a ser una forma de alteración del yo semejante a las alteraciones esquizofrénicas, cuando se describen desde una perspectiva fenomenológica.

Este experiencia deriva de una práctica cuya clave está en la concentración de la atención. Esta práctica llamada "Yoga-Sutra" identifica tres etapas: atención fija, atención continua y atención fusional. El objetivo de los yoguis es la liberación del yo participante, lo que sería la experiencia pura del yo observador, la pura contemplación.

Los mecanismos psicológicos del trance meditativo son similares en estructura a los trances espontáneos de algunas psicosis, en particular con aspectos disociativos relacionados con el estrés extremo o trauma. Si se considera que muchos yoguis tienen una historia de abuso en la infancia y depresión previa al comienzo de la meditación, cabe sugerir también que el trance meditativo sea una forma de vida alternativa a la psicosis o una psicosis canalizada de forma no clínica.


 http://zarauste.blogspot.com.es/2015/06/la-personalidad-de-los-lideres-de-sectas.html

Bibliografía
Theodore Roszak, El nacimiento de una contracultura, Kairós, 1970
Marino Pérez Álvarez, Las raíces de la psicopatología moderna, Pirámide, 2012.