viernes, 5 de febrero de 2016

EL PAGANISMO. LAS SECTAS AYER Y HOY

El sentimiento de inquietud frente a un grupo considerado exógeno, la secta, no integrable en la identidad colectiva, se vuelve a encontrar en todo tiempo y en todo lugar. Es irreductible y suscita reacciones semejantes. La secta, portadora de valores aparentemente religiosos, es un órgano socialmente no asimilado.

En 1996, un informe parlamentario francés indicaba los parámetros de la imposibilidad de su asimilación. Todos ellos cuestionaban el orden social:

"Desestabilización mental, carácter exorbitante de las exigencias financieras, ruptura inducida con el ambiente de origen, alteración de la integridad física, reclutamiento de niños, discurso más o menos antisocial, problemas con el orden público, importancia de conflictos judiciales, ocasional malversación de los circuitos económicos tradicionales, tentativas de infiltración en los poderes públicos" (1)

Muchos de estos parámetros inciden en la ausencia de respeto del orden social. Ahora bien, alterar el orden establecido provoca una reacción tanto social como gubernamental en todas las civilizaciones y desde siempre.

En efecto, el asunto de las Bacanales, sociedades iniciáticas, que remonta al año 186 antes de nuestra era revela ya la existencia de estos criterios. Los Bacantes, presentes en toda Italia, celebraban sus fiestas en honor de Bacchus por la noche y en secreto. Tenían la reputación de ser desenfrenados. Como reacción a la sospecha que rodeaba sus rituales, los cónsules de Roma decidieron llevar los hechos considerados criminales a conocimiento de todos. Los dioses de Roma no debían ser confundidos con cultos extranjeros que preconizaban costumbres depravadas. Los cónsules se afirmaban en informar a la población de que estas prácticas no estaban de ningún modo ligadas a un culto inocente o a divertimentos aceptables. Según las pesquisas, los Bacantes eran varios millares y constituían un peligro para la seguridad pública. Se trataba de mujeres y de hombres afeminados que se entregaban a todos los vicios, donde entraban la embriaguez, los ruidos escandalosos por la noche, la impudicia. De todo esto se deducía que estas histerias constituían una amenaza para la misma seguridad del Estado romano. Más grave a los ojos de los cónsules era que los responsables de esta organización se enmascaraban tras la majestad de los dioses, lo que quería dar una apariencia de respetabilidad a sus actividades clandestinas. (2)

Durante este periodo romano que conoció una auténtica eclosión de sociedades iniciáticas, este sentimiento de amenaza para el orden público, amenaza creada por lo que son consideradas falsas religiones, es semejante al que, en 1996, ha llevado a los diputados franceses a sensibilizar a la sociedad sobre el peligro de las sectas.

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(1) Alain Gest et Jacques Guyard, Rapport fait au nom de la Comission d'enquête sur les sectes, Assemblée nationale, nº 2468, 1996, p. 12
(2) Baudoin Decharneux, Sectes et hérésies de l'Antiquité à nos jours, Université de Bruxelles, 2002, p. 37-39