miércoles, 20 de abril de 2016

CONCIENCIA HIPERREFLEXIVA. PROBLEMAS

Con frecuencia, los que salen de las sectas tienen que ser atendidos por médicos y psicólogos. Han sufrido trastornos psíquicos debidos, por un lado, a las prácticas de los grupos y, por otro lado, a los comportamientos inhumanos de los compañeros y de los directivos de los grupos sectarios. Esta vez hablamos de trastornos debidos a las prácticas psicológicas especialmente en lo relacionado con lo que llama "despertar", "despertar la conciencia","sentido autocrítico" para una supuesta mejora moral. Las controvertidas prácticas psicológicas, si realmente tuvieran validez, deberían ser impartidas por personas bien preparadas y ser llevadas a la práctica por gente con la madurez suficiente para que los resultados no conduzcan a los desastres morales y psíquicos que dejan el camino 'espiritual' lleno de víctimas de las sectas.

Es cierto que sin autoconciencia -dice el catedrático de psicología Marino Pérez Álvarez- no hay ser humano que valga. Una vida no examinada, decía Sócrates, no vale la pena de ser vivida. La autoconciencia como capacidad para volver la atención sobre nosotros mismos y así valorar y controlar nuestras vidas tiene su ambivalencia. Si, por un lado, nos hace conscientes, juiciosos y lúcidos, por otro, no deja de causarnos desasosiegos, inquietudes y trastornos como, por ejemplo, ansiedad y depresión. De hecho, en contextos clínicos, la autoconciencia suele tener mala reputación, aun cuando se promueva a veces a título de autoobservación, autoevaluación, autocontrol, etc.

La autoconciencia reflexiva aun en sus formas incrementadas es un proceso normal, característico de las personas. Si uno no reparara en sus propios sentimientos y pensamientos y le diera igual su apariencia y comparecencia ante los demás, difícilmente se podrá considerar una persona plena o cabal.

La cuestión aquí es la desproporción, cuando aspectos del propio sujeto son el objeto de su vida, interponiéndose entre uno mismo y el mundo, e incluso constituyendo todo un mundo. De este modo, el 'estar en el mundo' y el consiguiente 'horizonte de la vida' queda atascado, dando uno vueltas sobre sí, sin trascender de sí mismo, llevando una vida podríamos decir 'intrascendente' por más luchada y sufrida que sea en una suerte de psicomaquia o combate de uno consigo mismo.

Ejemplos corrientes de autoconciencia más patógena que constructiva: a) la preocupación ansiosa sobre lo que podría pasar, que convierte el miedo normal y la preocupación normal en ansiedad; b) la rumia de lo que pasó, que convierte la tristeza y la pertinente reflexión en depresión.

Las diferentes modalidades de autoconciencia patógena (hiperreflexividad) presentan efectos nocivos:

ansiedad social (uno está pendiente de su rubor o vergüenza),
anorexia (examen continuo del propio cuerpo en términos de gordura o delgadez),
paranoia (verse a sí mismo como objeto de intenciones aviesas por parte de los demás),
depresión (rumia acerca de por qué pasó tal cosa),
ansiedad (preocupación acerca de lo que pueda pasar),
esquizofrenia (hiperreflexividad en la que aspectos implícitos de uno se hacen conscientes, como oír los propios pensamientos o habla interna),
trastornos de la alimentación, baja autoestima y depresión de chicas y mujeres que toman como propia e interiorizan la mirada de los demás, que las tratan como objeto de uso o consumo,
convertirse en espectador que interfiere (por disfunción sexual, o por ansiedad social) la acción instintiva normal por medio del miedo y la ansiedad,
pensamientos repetitivos que se relacionan con la tristeza, depresión, ansiedad, bulimia, abuso de ciertas sustancias, salud física y otros trastornos como la fobia social,
la preocupación crónica (trastorno obsesivo-compulsivo), con pensamientos e imágenes de fondo afectivo negativo relativamente incontrolados y persistentes sobre peligros y amenazas,
visiones negativas de sí mismo, del mundo y del futuro y valoraciones sobre pérdidas y fracasos,
pánico y pensamientos repetitivos sobre uno mismo, sus asuntos y su vida,
pensamientos y creencias sobre el propio funcionamiento psicológico también pueden ser patógenos y derivar en trastornos emocionales,
la autodiscrepancia entre el yo-real (lo que se es realmente) y el yo-ideal (lo que se quiere ser y lo que se debe ser y hacer) implican estados emocionales como miedo, ansiedad, tristeza, depresión, culpa, vergüenza, etc. que ciertamente pueden suponer altos niveles de autoconciencia aversiva, pero también dar motivos para el escape: alcohol, drogas, bulimia, masoquismo, suicidio;
otros efectos nocivos: inducir uno mismo los problemas que teme y termina por tener; evitar continuamente experiencias y conductas desagradables; esquizofrenia, alucinaciones auditivas, espaciales.
 

Bibliografía
Marino Pérez Álvarez, Las raíces de la psicopatología moderna, 2012.